Tu niño interior te grita que vuelvas a
acercarte a él
Cuando a una persona le cuesta recordar cómo fue en su
infancia y qué quería ser de mayor, inevitablemente ese niño que fue está
olvidado y mermado, y por tanto su personalidad adulta está de alguna forma un
tanto sometida. No sabe cómo amar, a qué mirar y ha dejado de encontrar la
gracia en sí mismo.
De tanto diferenciarse para calmarse, de tanto
mezclarse con lo que los demás esperan de él, el niño se ha quedado huérfano. Y
esto no hace más que complicarle la vida al adulto y ser una copia falsa sin
saber muy bien de quién.
La amargura es lo único que ha cristalizado de esta
lucha entre tu esencia y el mundo. Pudo ser un bello encuentro, pero buscando
el éxito olvidaste que eso solo ocurre a los que realmente son fieles a sí
mismos. Ya sea en una cabaña de cartones o en un gran palacete. La tristeza no
tiene márgenes ni moldes, traspasa cualquier material por mucho que la
disfraces.
Es el momento de parar y escuchar; tu niño interior te
grita que vuelvas a acercarte a él.
Yo Padre, Yo Adulto y Yo niño
Eric Berne propuso en su teoría del análisis
transaccional que las personas interactúan entre sí mediante transacciones
psicológicas, con sus estados del yo: Padre, Adulto y Niño.
Aprendiendo a utilizar el padre para dar cuidados, el adulto
para individualizarse y el niño para buscar y recibir cuidados y cariño. Es
decir, si la transacción del niño desaparece….¿Cómo puede una persona
individualizarse y dar cuidados si ha olvidado de demandar el suyo propio?
Y es que creemos que la vida nos va definiendo y las
experiencias nos cambian, pero realmente cabría plantearse si la prueba
psicológica que cada uno de nosotros tenemos que pasar es vivir todas esas
alegrías y amarguras, sintiendo que nuestro niño interior nos mira y nos
reconoce.
Pero la mayoría de la gente ha encontrado más
interesante desconectarse de sí mismo y amoldarse a lo que cree que puede
resultarle más útil y menos doloroso para vivir. Ha dejado de ser niño y ha
pasado a ser copia.
“Nacemos originales. Morimos copias”
-Carl Gustave Jung-
¿Por qué nos negamos a nosotros mismos?
En todo lo que hicimos de niños está el germen de lo
que somos ahora. No se trata de hacer una terapia freudiana de 50 sesiones de
regresión a la infancia, cada uno de nosotros recordamos muchas cosas sin
necesidad de transportarnos a aquella época.
Quiénes eran las personas que nos caían bien
instantáneamente, los que nos sorprendían con su humildad, los que solo miraban
abajo para tender la mano y dar una sonrisa. Cómo eran los paisajes que nos
emocionaban y como nos apasionaba sumergirnos en ellos.
Qué era lo que nos gustaba, las actitudes que nos
ahuyentaban de forma espontánea y qué música y arte nos impresionaba. Nuestra
creatividad y habilidad para detectar lo auténtico estaba a flor de piel.
Luego crecimos y nos empezaron a decir que estábamos
equivocados. Los sensibles se replegaron, los valientes se tornaron demasiado
prudentes, los talentosos se volvieron huidizos y demasiado escépticos y los
bondadosos temerosos de todo lo que veían alrededor.
Asumimos que soñar estaba mal y que es mejor tener
“los pies en el suelo”; aunque a veces lo único que nos apetecía era despegar.
Primero la autoridad, luego el miedo al rechazo social, después la dura lucha
por la aprobación de los demás y por último la idea de poder, dinero y
estabilidad.
Nos transformaron de tal forma que de vivir para
fuera, cada vez vivíamos más para dentro. Desconfiando de nuestros sentidos y
tiranizados por la mente.
Cómo volver a conectar con tu niño interior
Es tan difícil encontrar pistas que nos den algunas
respuestas sobre el porqué de nuestra actual forma de ser, que la mejor forma
de hacerlo no es seguir las huellas, sino colocarnos en el punto de partida:
- Trae a tu mente el mejor recuerdo de tu infancia: ¿Por
qué lo fue?
- Busca los libros y películas que te apasionaron cuándo
eras pequeño: ¿Cómo es posible que siendo complejas te apasionaron?, ¿qué había
de universal en ellas que lo había también en ti?
- Recuerda quién te hizo daño y por qué: ¿Has evitado a
esas personas en tu vida adulta?, ¿te han seguido provocando rechazo?, ¿qué hay
en ellas qué rechazas? Recuérdalo, es la pista para saber quién nunca tendrá
que ver contigo y en quién nunca deberás convertirte, pues es tu antítesis
espiritual. Lo supiste desde siempre.
- ¿Cómo te imaginabas de mayor? Quizás ya de pequeño
sabías que eras alguien complejo y sensible. ¿Luchar contra eso tiene sentido,
aunque digan que no debes ser así para ser feliz?
- Si no te gustaban las personas que al crecer se
volvían grises, ¿por qué consientes que se apague tu luz?
- ¿Te enseñaron que no eras digno de ser amado?, ¿lo
sigues creyendo? Pero, sobre todo, ¿pensabas que llevaban razón?
- Y por último, si siempre te consideraste especial,
¿por qué has dejado de creerlo?
A veces el mundo se empeña en arrebatarnos la ilusión
y las ganas, pero la forma de afrontarlo no puede ser otra que sacando tu
verdadera esencia, aunque sufras y duela. La felicidad no debe ser una
imposición constante, pero la paz y un espíritu sano son unos buenos compañeros
de viaje.
Seguro que puedes superarlo, mira esa foto de cuando
eras pequeño cada día e intenta que él/ella esté orgulloso de ti. A pocas
personas más le debes ese favor, porque a pocas les importas tanto. Tu niño
interior te pide a gritos que vuelvas a acercarte a él, no vuelvas a darle la
espalda.
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