Ya no grito, solo lo dejo sentir. Ya no deseo, solo amo.
Gritar me irrita la garganta y el deseo inflama mi ser. Corrijo mi ruta, para
que lo real coincida con lo posible o lo posible, se mezcle con lo que yo
quería. Y cuando siento, ya casi no me duele, solo tengo un pequeño picor agradable de una
herida que se ha formado una costra.
Ningún corazón es tan pequeño que no quepan muchos amores y unos cuantos susurros velados. Además, saber que los mantengo en silencio, me hace sentir un gran y secreto placer.
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